Lomita, lo que empezó como una casa de campo y viñedo familiar, se convirtió en una de las vinícolas más importantes del país con alcance internacional. Amantes y respetuosos de su tierra, promueven procesos totalmente artesanales, con la intención de preservar ese toque de calidez que solo puede ofrecer un trabajo hecho a mano, así como su sorprendente proceso de vinificación vertical que funciona por gravedad gracias a su diseño arquitectónico que a su vez, favorece a la sostenibilidad.
Rodeados de sus viñedos orgánicos trazados y el hermoso paisaje del valle, con arte plasmado por doquier a manos del talentoso muralista Jorge Tellaeche, en sus paredes y algunas etiquetas, toda la experiencia se complementa con un diseño interior sofisticado de influencias funky, que hacen este lugar muy ameno para disfrutar de la degustación de sus excelentes vinos, ya sea adentro o en terraza.
Si hablamos de Lomita, no podemos dejar de mencionar lo más icónico: su vino insignia, Pagano. Que en su momento, llegó a romper todos los esquemas en una región tradicionalista, con un nivel de alcohol mayor al habitual, 100% Grenache y que hasta se sirve en una botella cuadrada. Intenso en boca, con notas especiadas y de chocolate, este vino es único y muy especial, que si no has tenido oportunidad de probarlo, seguramente después de sorprenderte, te encantará.
Vinícola hermana de Finca La Carrodilla -otra de las predilectas de la región-, que persigue los mismos principios y valores, que será otra buena historia para contar después.
Agradecemos enormemente que nos hayan abierto sus puertas y permitir conocerles más de cerca. Y sobre todo, gracias por poner en alto el estandarte del vino mexicano.